EL JARDIN ECOLÓGICO DE LA ANTIGÜEDAD
¿Te imaginas que ya desde la antigüedad se utilizaran formas ecológicas en la construcción?
¡Pues parece que así era!
Los Jardines Colgantes de Babilonia parecen ser el ejemplo más claro de que la bioconstrucción ya existía en los orígenes más remotos de la civilización.
El origen de la duda sobre la veracidad de los Jardines Colgantes de Babilonia surge de que al momento de confeccionarse el listado de las Siete Maravillas del Mundo, durante el siglo IV a.C, la ciudad Babilonia y su población ya se encontraban en ruinas. De ahí que los historiadores y arqueólogos manejen dos posibles hipótesis o teorías sobre su construcción.
Una de las teorías –la más difundida- es que los Jardines Colgantes de Babilonia fueron construidos por Nabucodonosor II (rey durante el Imperio Neobabilónico) como obsequio para su esposa en el siglo VI a.C. La segunda hipótesis –basada en una leyenda- adjudica la obra de esta maravilla a la reina asiria Semíramis o Shammuramat, durante el siglo IX a.C.
Según las crónicas que han trascendido, los jardines colgantes de Babilonia habrían consistido en una edificación compuesta de terrazas escalonadas, construidas con grandes piedras. Las piedras eran la estructura en la que se colocaba la tierra y allí se habrían plantado árboles, flores y arbustos.
Se estima que para el riego de los jardines utilizaron una máquina similar a una noria hidráulica que permitía la elevación del agua. Los arqueólogos han encontrado en las ruinas del Palacio del sur, un pozo que estiman por sus características podría ser asociado al riego de los jardines.
Como viajero incansable y discípulo de Ctesibio de Alejandría, el ingeniero Filón de Bizancio (280-220 a.C.), narra cómo eran a sus ojos los Jardines colgantes de Babilonia en su obra ‘Siete Maravillas de la Antigüedad’:
Crecen allí los árboles de hoja ancha y palmeras, flores de toda clase y colores, y, en una palabra, todo lo que es más placentero a la vista y más grato a gozar. Se labra el lugar como se hace en las tierras de labor y los cuidados de los renuevos se realizan más o menos como en tierra firme, pero lo arable está por encima de las cabezas de los que andan por las columnas de abajo.
Las conducciones de agua, al venir de las fuentes que están a lo alto, a la derecha, unas corren rectas y en pendientes, otras son impulsadas hacia arriba en caracol, obligadas a subir en espiral por medio de ingeniosas máquinas. Recogidas arriba en sólidos y dilatados estanques, riegan todo el jardín, impregnan hasta lo hondo las raíces de las plantas y conservan húmeda la tierra, por lo que, naturalmente, el césped está siempre verde y las hojas de los árboles que brotan de tiernas ramas se cubren de rocío y se mueven al viento. La raíz, nunca sedienta, absorbe el amor de las aguas que corren por doquier y, vagando bajo tierra en hilos que se entrelazan inextricablemente, asegura un crecimiento constante de los árboles. Es un capricho de arte, lujoso y regio y casi del todo forzado por el trabajo de cultivar plantas suspendidas sobre las cabezas de los espectadores.
Una gran maravilla que ojalá conservar en la actualizad.
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