Ante todo es una aventura. Es lanzarse el primero con la incertidumbre de no saber que encontrará en el camino.
Es disfrutar descubriendo nuevas gentes, nuevos lugares.
Es tener la mente abierta, dispuesta a aceptar lo distinto.
Es tener el corazón abierto, dispuesto a dejarse empapar de experiencias
y rincones, dispuesto a amar. Es hacerse muchas veces el camino donde no lo hay. Es riesgo.
Es encontrarse dificultades y superarlas.
Un pionero sabe que ser el primero conlleva una gran responsabilidad.
Un pionero allana el camino a los que vienen detrás, hace habitable (y hasta
confortable) lugares que antes de su llegada eran inhóspitos. Un pionero
es un constructor de un mundo distinto, más humano. Un pionero es un
soñador.
Un pionero es un caminante nato, un viajero. Su hogar es el mundo y
su familia la humanidad entera. Por eso un pionero es un constructor de
paz. Por eso es un defensor de la Naturaleza. Un pionero cree que es posible
compartir y respetar el mundo y da ejemplo de ello. Por eso valora más el ser
que el tener. Por eso es austero. Un pionero está acostumbrado a vivir con lo
mínimo. Es un hombre de recursos. Sabe que la felicidad no se encuentra en
lo material y por eso no la busca allí. Un pionero, por tanto, valora mucho
su dimensión espiritual. Busca a Dios. Sale a su encuentro.
Pero un pionero no camina, descubre, construye, siente y vive solo. Quiere
y necesita de sus compañeros. Sabe que la unidad es mucho más que la suma
de las partes y por eso la convierte en su lema. Un pionero sabe trabajar en
grupo. Aporta, da y recibe, respeta, comprende, comparte. Un pionero sabe
que las mayores empresas serían inalcanzables para él solo, pero pueden ser
una realidad uniendo sus esfuerzos con sus compañeros. Un pionero no es
sólo un pionero. Son todos.
Más información en el archivo adjunto: